18.5.13

EL AVIÓN QUE NO LLEGÓ A LA PALMA




En la mañana del 19 de septiembre de 1966 despegó del aeropuerto de Los Rodeos, en viaje a La Palma, un avión DC-3 de la compañía Spantax que hacía el vuelo regular de la compañía Iberia IB-261, con 24 pasajeros a bordo y tres tripulantes: el comandante Eugenio Maldonado, el copiloto Fernando Piedrafita y la azafata María del Carmen Vázquez.

El avión despegó por la pista 30 en condiciones meteorológicas normales, por lo que todo parecía que se trataba de un vuelo de rutina. Entre los pasajeros, había alguno que viajaba por primera vez.

Ninguno de ellos podía imaginar la sorpresa que les esperaba. Apenas dos minutos después del despegue y cuando volaba en régimen de ascenso y entre nubes a una altitud de 2.800 pies, la tripulación se percató de unas extrañas vibraciones, advirtiendo que la hélice del motor izquierdo se había “embalado”, por lo que el comandante procedió a “ponerla en bandera”, que era el único procedimiento que podía hacer, pese a lo cual no dio resultado.





Al producirse la avería, el avión perdió más de mil pies de altitud en muy poco tiempo, por lo que se encontraba por debajo de la elevación del aeropuerto de Los Rodeos, que es de 2.073 pies, lo que hizo desistir a la tripulación del intento de retorno al punto de partida, considerando, además, que el avión seguía perdiendo altura.

 Las opciones posibles eran muy pocas, ya que en los alrededores sólo había mar y la muralla imponente de acantilados de la costa de Tacoronte y El Sauzal, por lo que el comandante Maldonado entendió que la única posibilidad que le quedaba era intentar el amaraje, informando por radio de lo que sucedía a la torre de control de Los Rodeos, así como a la azafata María del Carmen Vázquez, a la que previno para que preparara al pasaje ante el desenlace inmediato: “Todos con los cinturones de seguridad abrochados y con la cabeza abajo”.



 
                         Paraje de El Sauzal donde amerizó el DC-3 de Spantax



Con una gran serenidad y habilidad, el comandante Maldonado consiguió descender con suavidad y amarar el avión en la bahía de Los Ángeles, a la izquierda de la playa de La Garañona, frente a los acantilados de El Sauzal, a unos 300 metros de la costa y protegida de los vientos dominantes por la Punta de los Parrales, donde en ese momento se encontraban faenando media docena de barcos pesqueros, los cuales, desde que advirtieron la maniobra del avión, entendieron que algo grave sucedía y pusieron proa hacia el lugar donde éste se había posado para prestarle ayuda.


El avión permaneció a flote unos diez minutos. Durante este tiempo, el pasaje, que obedeció sin discusión alguna las instrucciones de la tripulación, abandonó la cabina del DC-3 y pasó a los botes de los pescadores, ayudados por éstos, para luego ser conducidos a tierra, donde esperaba una muchedumbre asombrada por el acontecimiento que estaba presenciando.

En los primeros momentos, algunos pasajeros que sabían nadar se echaron al agua antes de la llegada de los botes, mientras que el resto del pasaje, con los chalecos salvavidas puestos, permaneció a bordo hasta que se le indicó el abandono del avión, siendo recogidos sin problemas.


Cuando terminó la evacuación, uno de los pasajeros, Fernando Izquierdo Afonso, juez de paz del municipio de La Victoria, en medio de una fuerte crisis nerviosa, se negó a abandonar el avión, quedando fuertemente asido a una de las abrazaderas de la puerta de salida.
 Los esfuerzos del comandante Maldonado por salvarle resultaron inútiles, por lo que tuvo que desistir, medio asfixiado, cuando el avión comenzaba a hundirse con el infortunado pasajero a bordo. En estas dramáticas circunstancias falleció la única víctima del suceso, desapareciendo bajo las aguas en una profundidad de unos treinta metros.


Los botes de los pescadores llevaron a los pasajeros y a la tripulación hasta el pequeño embarcadero de El Prix, siendo evacuados después por un helicóptero Sikorsky S-55 del SAR y llevados en sucesivos viajes hasta el aeropuerto de Los Rodeos. Tres de ellos se negaron a subirse al helicóptero y abandonaron el lugar a toda prisa.




Todos ellos coincidieron en sus elogios a la serenidad y el buen hacer de la tripulación, sin cuya ayuda, y la de los pescadores que se encontraban en las inmediaciones, el desenlace podría haber sido dramático, pues la mayoría de los pasajeros no sabía nadar y con los nervios de la situación no acertaba a ponerse e inflar debidamente los chalecos salvavidas.
Unas horas después, a mediodía, un equipo de submarinistas rescató el cadáver. Aprovechando la transparencia de las aguas y el rastro de gasolina del avión, así como la ayuda de los pescadores, dieron pronto con el avión hundido y en siete minutos sacaron a la superficie el cadáver de Fernando Izquierdo Afonso, de 62 años, abogado, que había sido alcalde de La Victoria, persona conocida y querida entre sus conciudadanos.


El mismo día del accidente, el periódico tinerfeño La Tarde publicó unas declaraciones del comandante Maldonado poco después de su llegada al aeropuerto de Los Rodeos, en las que manifestó que el accidente se había debido a un fallo técnico: “El avión estaba en perfectas condiciones al emprender el vuelo. Los motores son nuevos y con pocas horas de vuelo”.

Destacó, además, el comportamiento de los pasajeros y lamentó la muerte de la infortunada víctima: “Luché por todos los medios para obligarle a saltar, pero no pude conseguirlo y se hundió con el avión”.

Y expresó, asimismo, palabras de elogio para los pescadores de El Prix, héroes del suceso junto con el piloto, “gracias a cuya incalculable ayuda” se pudo llevar a buen fin la evacuación de los pasajeros.

La autoridad militar instruyó consejo de guerra al comandante Eugenio Maldonado, en virtud de la Ley Penal y Procesal de Navegación de la época. En teoría, había abandonado el avión con una persona viva dentro.

 Pero Maldonado consiguió quedar absuelto cuando se comprobó que el único pasajero había fallecido a causa de in infarto y no ahogado en el amerizaje

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El avión no se recuperó, por lo que no se pudo determinar con precisión la causa que produjo la avería del motor izquierdo. Se trataba de un bimotor C-47 transformado en DC-3, número de construcción 19.410, adquirido por Iberia en diciembre de 1947 y matriculado EC-DAY, que posteriormente cambió por la matrícula EC-ACX. Cuando ocurrió el suceso tenía 25.134 horas de vuelo.

El pecio del DC-3 se ha convertido en un punto de atracción para los submarinistas. En una inmersión realizada el 23 de junio de 1997 por un grupo de cinco deportistas de esta especialidad, después de rastrear la bahía de Los Ángeles con una sonda hasta localizar el perfil del fuselaje del avión, se determina su situación en la posición 28º 27’ 30″ y 16º 26’ 42″, marcando una demora al rumbo 065º a la Punta de El Sauzal y dos enfilaciones a puntos de la costa. El equipo estaba formado por Eberhard Christoph, Dir Christoph, Erik van Irk, Elena Marrero y José J. Perera, respectivamente.

El avión se encuentra posado en fondo arenoso, en posición invertida, a 35 metros de profundidad, cubierto parcialmente por la arena. Sólo es visible el tren de aterrizaje, la cola, los motores y parte de las alas. Las hélices del motor izquierdo están dobladas por la mitad, probablemente por el impacto contra el agua en el momento del amaraje.

La situación del pecio en el fondo está cercana a una fosa de algo más de 80 metros de profundidad, según marca la sonda y que no figura recogida en las cartas náuticas. La corriente alcanza una velocidad de seis a nueve nudos, por lo que la inmersión -que no es apta para principiantes- puede ser peligrosa si el estado de la mar no es de calma total, siendo necesario, además, extremar las medidas de seguridad y contar con el apoyo de un barco.


Eugenio Maldonado vivió otras cuatro situaciones complicadas. En 1982, cuando pilotaba un Boeing B-727 en vuelo de Londres a Madrid, el avión quedó sin mandos y cuando pensaba que todo estaba perdido, finalmente consiguió tomar tierra en el aeropuerto de Barajas.

Fue, sin duda, un piloto con buena estrella y está presente en la memoria colectiva y en la historia de la Aviación española.